27 de marzo de 2016

Usos y abusos de Alcohol.

Según los datos del Observatorio Español sobre Drogas (2015), el alcohol sigue siendo la droga más consumida en España y la que más peticiones de ayuda demanda (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2015).

El alcohol es una sustancia depresora del Sistema Nervioso Central (S.N.C). Esto quiere decir que, cuando una persona introduce esta sustancia en su organismo, las funciones del S.N.C generalmente se enlentecen generando una serie de cambios en su fisiología y comportamiento: disminución de la respiración, ralentización del movimiento, somnolencia, sensación de bienestar, desorientación, etc.

Evidentemente, la intensidad y gravedad de estos cambios dependerá de la dosis o cantidad de alcohol ingerida así como del contexto en el que se de dicho consumo. En este sentido, el consumo de alcohol de una persona puede situarse en un continuo que abarque desde un consumo normalizado y responsable hasta un consumo problemático que tenga mayor potencial para generar distintas problemáticas de tipo físico y psicológico.

En función del nivel de riesgo o de las potenciales consecuencias que pudieran derivarse, se han establecido tres tipos de consumo que no sólo guían la práctica clínica del psicólogo sino que pueden suponer una orientación para aquéllas personas que estén interesadas en conocerlo:

-  Consumo de riesgo: es un tipo de consumo que aumenta las posibilidades de que la persona sufra consecuencias adversas de tipo de físico, psicológico o sociales tales como accidentes, enfermedades, problemáticas psicológicas o familiares. Generalmente, este tipo de patrón se realiza antes de que hayan aparecido estos problemas.

- Consumo perjudicial: se trata de un tipo de consumo de alcohol que ya está afectando a la salud física sin que por ello se pueda establecer que existe una dependencia a la sustancia.

- Dependencia al alcohol o alcoholismo: en este caso estaríamos hablando de una notable dificultad  para controlar el consumo de alcohol. La explicación que subyace al desarrollo de este tipo de adicción ya no solo se centraría en la sustancia o la cantidad que se ingiere, sino que habría que tener en cuenta otros muchos factores de tipo personal y contextual que favorecerían su desarrollo.



A partir de ciertos estudios epidemiológicos, se han establecido una serie de cantidades de alcohol orientativas para establecer los tipos de consumo que comentábamos anteriormente. Para esta tarea, se ha propuesto convertir los gramos de alcohol y los centímetros cúbicos de cada bebida, a una unidad de medida diferente que se ha denominado como Unidad de Bebida Estándar o U.B.E .

Las UBEs serían el contenido medio de alcohol de una bebida atendiendo a su graduación y volumen. En España, al igual que en otros países, equivaldría a 10 g. de alcohol puro. De esta manera, las UBEs de las diferentes bebidas serían las siguientes.

BEBIDA
VOLUMEN
UBEs
Vino
1 vaso (100 ml.)
1 litro
1
10
Cerveza
1 caña (200 ml.)
1 litro
1
5
Destilados
1 caraquillo (25 ml.)
1 copa (50 ml.)
1 litro
1
2
50
Cavas, vermut, licores de frutas.
1 copa
1 litro
1
20

Teniendo en cuenta todo lo anterior, se ha definido el consumo de riesgo como un consumo casi diario y que supera los 40 gr de etanol (más de 4 UBEs) en hombres, así como un consumo superior a 24 gr de etanol (más de 2 UBEs), en mujeres. O teniendo en cuenta otros parámetros, hablaríamos de 21 UBEs semanales en hombres y 14 UBEs semanales en mujeres (Seregcini et. al, 2007). De la misma forma, un consumo ocasional pero de riesgo, sería aquél que superara los 50 g. de alcohol (5 UBEs) en hombres y 40 gr. (4 UBEs) en mujeres.

Por último, consumos superiores a los 60 gr./día de alcohol en varones así como de 40 gr./día de alcohol en mujeres corresponderían a lo que hemos denominado como consumo perjudicial.

No quisiéramos cerrar esta entrada sin dejar de lado una cuestión relativa al concepto de riesgo. Hasta ahora, se ha estado planteando que el nivel de riesgo derivado de cada tipo de consumo estaba relacionado con la cantidad de alcohol ingerida. Sin embargo, desde aquí queremos ir un poco más lejos y poner sobre la base de la reflexión que, si bien las cantidades de alcohol son importantes para establecer el nivel de riesgo, no nos podemos olvidar que en la interacción con la bebida hay una persona que está emitiendo la conducta de beber y que lo hace bajo un contexto físico y personal.

Es decir, existen otro tipo de variables que pueden hacer que el riesgo aumente o disminuya más allá de las cantidades consumidas. Por ejemplo, el nivel de riesgo será diferente si la persona que está consumiendo está embarazada o tiene una cardiopatía, que si es una persona sana. Tampoco será el mismo nivel de riesgo un consumo cuya función se base en un acontecimiento social (una boda, por ejemplo) que si se hace para escapar de estados emocionales negativos. De la misma manera, el riesgo será diferente si se está en un entorno seguro que si se va a coger el coche tras el consumo.

En definitiva, aunque la cantidad de alcohol ingerida es un requisito importante para valorar el riesgo derivado de un determinado consumo de alcohol, no podemos dejar de lado otros factores de tipo personal y contextual. Y siendo esto así, animamos a nuestros lectores y amigos a tenerlos todos en cuenta de cara a realizar un consumo lo más seguro posible.

BIBLIOGRAFÍA:

Guardia Serecigini, J., Jiménez-Arriero, M., Pascual, P., Flórez, G., & Contel, M. (2007). Alcoholismo: Guías Clínicas basadas en la evidencia científica.