Antes de meternos de lleno en el mundo de ese grupo de fármacos llamados ansiolíticos, creemos necesario dedicar una entrada a la emoción sobre la que gira su uso: el miedo. Una emoción que, en conjunto con otra serie de respuestas fisiológicas (taquicardia, sudor de manos...), cognitivas (preocupación, alta vigilancia) y conductuales (evitación de determinados objetos y situaciones) hemos denominado ansiedad.
Lejos de querer presentar la ansiedad como una enfermedad del cerebro -tal y como nos viene caracterizando- o como un síntoma de una supuesta actividad del inconsciente, queremos apostar por las explicaciones puramente psicológicas, es decir, explicaciones de las ansiedad como resultado de las interacciones de un organismo con sus circunstancias, y atendiendo siempre a las distintas funciones que tienen tanto estas circunstancias o contextos como el propio comportamiento de este organismo.
El mismo Darwin ya consideró que la principal función del miedo es preservar la vida de los seres vivos . Y no hay duda de esto: cuando un estímulo peligroso se cruza en nuestro camino, el cuerpo humano pone en marcha toda una serie de reacciones que nos facilitan la lucha o la huida, que son dos de las respuestas comportamentales más habituales dentro del reino animal.
La ansiedad por su parte es muy parecida al miedo en cuanto a características. De hecho, la forman un conjunto de respuestas fisiológicas, cognitivas y conductuales que pueden ser tan adaptativas o útiles como el propio miedo. Esto es, si la ansiedad que siento al ver un coche acercándose a gran velocidad hacia mi, me facilita retirarme a tiempo...es, sin duda, una emoción muy útil.
Existen algunas situaciones y elementos ante los que los seres humanos solemos evocar con mayor facilidad (con mayores probabilidades) emociones de ansiedad y miedo, por ejemplo: separación de figuras importantes de apego en momentos evolutivos críticos; ciertos animales que han sido especialmente peligrosos para nuestra especie, como serpientes o ratas; la oscuridad y tormentas; sangre o heridas.... . Todas estas situaciones u objetos tienen una función clara: señalan peligro o imposibilidad de control.
Al interaccionar con estas situaciones, el organismo responde preparando al cuerpo para las acciones oportunas, que a grandes rasgos y como ya comentábamos consisten en luchar, huir o paralizarse. No obstante, algunos primates -entre los que nos encontramos los Sapiens - también hemos aprendido a realizar otras acciones tales como poner en marcha conductas de sumisión o buscar otros congéneres del grupo. Todas ellas conductas encaminadas a reducir el peligro o minimizar los daños. Esta es su función.
Sin embargo, los problemas vienen cuando la ansiedad se asocia a elementos, situaciones u objetos que a priori no son peligrosos, o bien, cuando aparece y se mantiene en el tiempo por determinados hábitos de la persona (dormir poco, trabajar mucho, tener una alta activación diaria...), por determinadas características de los contextos en los que se desenvuelve (alta exigencia, probabilidades altas de que aparezca un determinado peligro...), por características personales que dificultan la adaptación a determinados ambientes, etc.
Imagen obtenida de Google
Debido a que estos estímulos o situaciones también han adquirido una función de peligro o incapacidad de control - seguramente por asociación -, nuestro organismo responderá de forma similar a la anterior (tasa cardíaca elevada, preocupación...) preparándonos para actuar de una forma determinada: con agresividad, evitando situaciones, quedándonos paralizados...etc.
Cuando se interacciona con un contexto que facilita respuestas frecuentes o altas de activación o miedo, es muy probable que la persona termine desarrollando un cuadro de ansiedad, que no es algo diferente a un estado de activación o miedo permanente o semi-permanente. De esta forma, nos encontramos con personas constantemente preocupadas y/o constantemente activadas y/o que evitan constantemente enfrentarse a situaciones que les dan miedo aunque las consecuencias de ello sean peores que el enfrentarse....
Aun así, hablar de ansiedad en genérico es no decir nada. Primeramente porque cada caso es único y tiene sus particularidades, su historia, su asociación a elementos o situaciones determinados, etc. Por otro lado, el nombre genérico de ansiedad engloba una serie de trastornos muy diferentes en cuanto a morfologías aunque bastante parecidos en cuanto a función. En términos de DSM-IV, algunos de ellos serían: fobias simples, agorafobia con o sin pánico, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés post-traumático. Todos ellos relacionados con funciones de búsqueda de protección, seguridad o control .
De aquí en adelante nos vamos a centrar en los fármacos ansiolíticos, pero no como elementos para el tratamiento o curación de la ansiedad, sino como coadyudantes en terapia, o como una forma puntual de bajar la activación, algo que está muy lejos de las palabras curar, aprender o desarrollar nuevas estrategias de afrontamiento.
ENLACES:
- Charles Dawin: "La expresión de las emociones: sorpresa, asombro, miedo y horror": http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2011/05/charles-darwin-la-expresion-de-las.html
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