24 de enero de 2012

Tolerancia y dependencia a las benzodiacepinas.

Las benzodiacepinas es uno de los grupos de fármacos más utilizados en España. Por poner un ejemplo, el consumo de estas sustancias entre el periodo de 1992 a 2006 experimentó un crecimiento del 113.6%, según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo.

Uno de los riesgos derivados del uso continuo de benzodiacepinas, es el desarrollo de dependencia. Más aun, cuando es relativamente frecuente el uso habitual de estos fármacos para conciliar el sueño durante largos periodos de tiempo.

Se da además la paradoja de que al ser un fármaco recetado por un facultativo, la persona que lo consume no tiene la noción de estar consumiendo una sustancia psicoactiva y, por tanto, desatendiendo a las precauciones que se deben tener en cuenta ante el consumo de cualquier droga.

Generalmente, previo a la aparición de dependencia al fármaco suele hacer aparición otro fenómeno: la tolerancia. En términos coloquiales, la tolerancia es un fenómeno por el cual el usuario de cualquier sustancia, con el uso repetido de la misma tiene que incrementar la dosis inicial para obtener los mismos efectos. 

Cada persona desarrolla tolerancia a un ritmo particular. De la misma forma, cada uno de los efectos propios de las benzodiacepinas presentan niveles distintos de tolerancia. Por ejemplo, la tolerancia a los efectos hipnótico-sedantes se desarrolla con relativa rapidez, en unas pocas semanas. Los registros del sueño, demuestran que los ciclos del sueño que al inicio del consumo de benzodiacepinas eran suprimidos, vuelven a su estructura normal tras el uso de estas sustancias en unas pocas semanas de tiempo (Ashton, 2002). A su vez, esta tolerancia sobre los efectos hipnóticos se puede observar también cuando tras un tiempo de consumo de benzodiacepinas recetadas para la ansiedad, la somnolencia desaparece.  

Por otro lado, la tolerancia en relación con los efectos ansiolíticos se desarrolla más lentamente pero existe poca evidencia de que las benzodiacepinas mantengan su eficacia ansiolítica tras periodos medios de tiempo. Es más, es común que tras consumos prolongados de benzodiacepinas aparezca un fenómeno conocido como ansiedad paradójica, que no es otras cosa que la aparición de un pico de ansiedad cuando se está en tratamiento con estas u otras sustancias.

Con toda esta información, tiene todo el sentido plantear que el uso de benzodiacepinas para momentos puntuales debería ser bienvenido. Sin embargo, cuando estamos delante de personas cuyos problemas de ansiedad o insomnio se predicen para largo, el abordaje desde el plano psicológico, que no es otro que el de ayudar a la persona a adaptarse de una forma más adaptativa a las circunstancias que le rodean mediante formas de actuar, pensar y sentir más óptimas, debería ser la primera opción.

A nivel biológico la tolerancia se produce porque dada una presencia constante del fármaco, las neuronas del GABA ponen en marcha cambios en sus receptores benzodiacepínicos. Estos cambios se han llamado regulación a la baja.

Para entenderlo de forma simple, la regulación a la baja consiste en que la neurona retira unos cuantos receptores para adaptarse a la situación de presencia constante del compuesto. De esta manera, al haber menos receptores, los efectos del fármaco son menores...por lo que se necesitarán mayores dosis para obtener los efectos iniciales (tolerancia).




En cuanto a la dependencia y adicción, podríamos afirmar que se desarrollarían como consecuencia de asociar repetidamente su utilización y efectos con el descenso del malestar que supone sentir emociones relacionadas con la ansiedad. Si el uso de benzodiacepinas está asociado a  una o varias situaciones generadoras de malestar, con el uso repetido de la sustancia esas situaciones adquieren propiedades que terminan elicitando el consumo del fármaco, ya que lo que se aprende es a bajar el malestar a través de la sustancia. A corto plazo los beneficios son inmediatos. Sin embargo, a largo plazo se corre el riesgo de repetir el uso de la sustancia en aquéllas situaciones generadoras de malestar, en vez de aprender estrategias de afrontamiento más adecuadas.

En casos de dependencia, la retirada brusca del fármaco genera lo que los profesionales de la salud llaman síndrome de discontinuación , que no es otra cosa que el síndrome de abstinencia de toda la vida. Éste suele presentarse en forma de hiperexcitabilidad, ansiedad, insomnio, vómitos....

A nivel farmacológico, dos factores que pueden influir especialmente en que el síndrome de discontinuación sea mayor son tanto la vida media de la benzodiacepina, como el uso de dosis altas. Si bien, cabría tener en cuenta además la duración del tratamiento y las características propias de la persona.

Las benzodiacepinas de vida media corta (midazolam, triazolam...), suelen producir síntomas de abstinencia mucho más graves que las benzodiacepinas de acción larga debido a que se eliminan antes de la sangre. Por ello, una de las primeras acciones que se ponen en marcha cuando se inicia el tratamiento de deshabituación del consumo de benzodiacepinas, es cambiar la molécula que se esté tomando a otra de vida media larga como el diazepan.

No obstante, dado que la entrada presente pudiera resultar algo pesada al lector, dejamos el tema de la deshabituación para una próxima entrada.



ENLACES:

1. Uso de benzodiacepinas en España. Ministerio de Sanidad y Consumo: 

 http://www.aemps.gob.es/medicamentosUsoHumano/observatorio/docs/ansioliticos_hipnoticos.pdf

2. Las benzodiacepinas: mecanismos de acción y cómo suspender la ingestión:

http://www.benzo.org.uk/espman/bzcha01.htm#17

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