17 de agosto de 2011

Hedonismo sostenible

Me gustaría hacer una pausa momentánea en la serie de entradas que venimos realizando, para hablar de un libro que acabo de terminar de leerme y que me ha dejado con un gran sabor de boca: Hedonismo Sostenible, del gran Eduardo Hidalgo Downing.







Eduardo Hidalgo ha sido durante más de 10 años coordinador del proyecto Energy Control, un colectivo que centra su actividad en la gestión de los placeres y riesgos derivados del consumo de drogas. Es psicólogo experto en drogodependencias, y experto también, tanto a nivel teórico com práctico, en los diversos usos de las sustancias psicoactivas.

En este libro, Eduardo plantea lo absurdo, ineficaz y contraproducente de la prohibición de las drogas con la ironía y el humor que le caracteriza, y con una pila de datos que sorprenderán al lector.

En una primera parte compara los riesgos derivados de realizar diferentes deportes de riesgos (montañismo, alpinismo, esquí...) así como la caza, con los riesgos derivados del consumo de MDMA. Y como no quiero adelantar quien gana el combate, animo al lector de este blog a que lo descubra por sí mismo.

En la segunda parte, la cosa se pone más serie y desglosa una serie de argumentos que tumban las ridídculas razones de la llamada guerra contra las drogas.

En definitiva, un libro más que recomendable.

3 de agosto de 2011

Antidepresivos II.

Seguimos avanzando en esta serie "Psicofarmacología para Dummies", aproximándonos en la farmacología de los denominados antidepresivos.

A pesar de que, estamos seguros, el lector estará deseoso ya de empezar a leer información acerca de fármacos, neurotransmisores, receptores y enzimas, no nos queda más remedio -antes de todo ello - que bucear entre las teorías que tratan de explicar la depresión desde un punto de vista biológico, y que por tanto, justifican (nótese la cursiva) el tratamiento farmacológico de la misma.

Para ello, vamos a intentar realizar un resumen lo más simplificado y comprensible posible para, una vez realizado, comenzar a hablar de los diferentes fármacos y sus mecanismos de acción en el cerebro:

1. Hipótesis monoaminérgica:

Nuestros lectores recordarán que, en su día, ya nos referimos a esta hipótesis en una entrada que denominamos "Hipótesis Monoaminérgica de la depresión.Dudas", y en la cual cuestionábamos su veracidad.

Esta hipótesis, forma parte de la primera teoría biológica acerca del origen de la depresión. Sus postulados hacían, y aun siguen haciendo, referencia a que la depresión es debida a un déficit de neurotransmisores aminérgicos, principalmente, serotonina (5-HT) y noradrenalina (NA).

¿En qué evidencias se apoyaba la hipótesis? Fácil, sencillo y muy simplista: por un lado, en que en la época existían una serie de fármacos (Reserpina, en concreto) que reducían la cantidad de estos neurotransmisores y podían inducir un cuadro depresivo; y por otro lado, al revés: se comprobó de casualidad (esto lo amplificaremos en su momento) que unos fármacos (Iproniacida) cuya propiedad principal era inhibir la enzima monoaminooxidasa -MAO- tenían cierta acción como elevadores del estado de ánimo.

De esta manera se postuló por tanto que la depresión era debida a ese déficit de neurotransmisores monoaminérgicos.

Ya desde los años 60 los investigadores dedicaron muchos de sus esfuerzos a identificar estos déficits. Sin embargo y hasta la fecha, los resultados han sido contradictorios.

Aun así, y a pesar de que los datos no son favorables a la hipótesis monoanminérgica,la prescripción de fármacos antidepresivos sigue estando apoyada en ella. De hecho, la enorme mayoría de los fármacos antidepresivos actuales surgen como resultado de esta teoría.

2. Hipótesis de los receptores de neurotransmisores:

Tras la poca evidencia científica que recibió la primera hipótesis, se ha postulado otras tantas. Una de ellas gira en torno a los receptores de los principales neurotransmisores monoaminérgicos. Por tanto, sigue guardando cierta relación con la primera.

La hipótesis centrada en los receptores viene a plantear que en la depresión son los receptores de estas neuronas monoaminérgicas (recordamos: neuronas cuyo principal NT son la serotonina, la dopamina y la noradrenalina) lo que no funciona bien.

Al no funcionar bien, el mensaje que se pasa a la siguiente neurona es deficitario, lo que se traduciría -hipotéticamente- en un estado de ánimo bajo o muy bajo, y de carácter duradero.

¿Por qué los receptores no funcionarían bien? Existirían varias causas, pero principalmente porque hay escasez de NTs monoaminérgicos. Intentemos ilustrarlo con un ejemplo: primero partimos de una neurona serotoninérgica normal que libera una cantidad normal de serotonina que se acopla, a su vez, a los receptores -normales en número- de una neurona postsinática.

A partir de una escasez de esta serotonina (por la razón que sea), la neurona postsináptica pone en marcha  un mecanismo que podríamos denominarlo de adaptación y que ha recibido el nombre de regulación al alza. ¿Qué hace? Multiplica el número de receptores con el fín de intentar captar más neurotransmisor. Sin embargo, el resultado es que: 1) No hay más neurotransmisor porque ya era originalmente bajo y 2) Ahora hay que ocupar mayor número de receptores para mandar el mensaje.

Por tanto, el resultado es el conocido por todos vosotros.

¿Cuánta evidencia existe acerca de esta hipótesis? Muy poca; al menos muy poca evidencia directa. En los datos en los que se apoya son los procedentes de los estudios post-mortem de personas que se han suicidado: en ellos se observa un incremento de receptores de tipo 2 de la serotonina.

3. Hipótesis monoaminérgica de la expresión génica:

En este punto vamos a recordar algo que ya os mencionamos, pero que merece la pena volver a recordar: "Hasta ahora no existen evidencias claras y convincentes de que el déficit monoaminérgico explique la depresión; es decir, no hay un déficit monoaminérgico "real". Asimismo, tampoco hay evidencias claras y convincentes de que los excesos o deficiencias de receptores monoaminérgicos expliquen la depresión; es decir, no existe ningún déficit seudomonoaminérgico debido al hecho de que las monoaminas estén presentes pero no los receptores monoaminérgcios." (Stahl, 2009)

Dicho esto, pasamos a comentar la última de las hipótesis - si bien hay alguna más que son la madre del cordero, rizar el rizo, etc. - . La hipótesis monoaminérgica de la expresión génica viene a plantear que aun habiendo niveles normales de neurotransmisor, y aun funcionando bien sus receptores, algo ocurre en el interior de la neurona post-sináptica que hace que el sistema no funcione bien. En concreto, el problema estaría en la transducción.

Esta hipótesis sigue girando en torno a las monoaminas y sus receptores, a pesar de que ya no se centra en lo que ocurre en el exterior de la neurona.

Al ser una serie para Dummies no ahondamos más en la hipótesis, si bien el lector puede ampliar informaicón atendiendo a los genes propuestos en los fallos de transducción.

Conclusión.

1. La hipótesis monoaminérgica de la depresión  surge a raíz de observar -de casualidad, no de manera controlada y sistemática- lo que hacían una serie de fármacos (Reserpina e Iproniacida), y no lo que acontece realmente en el cerebro (algo, por otra parte, imposible en aquélla época).



2. "Escuchando a los fármacos" se planeta dicha hipótesis, que desde los años 60 no solo no ha recibido el suficiente apoyo científico sino que, además, se ha visto lleno de contradicciones.

3. A pesar de lo anterior, la prescripción actual de psicofármacos antidepresivos sigue siendo justificada en base a esta hipótesis que, recordemos, no ha sido verificada ni ha sido apoyada. Es decir, podemos afirmar que los profesionales de la salud recetan una serie de fármacos, cuya justificación de la hipótesis en la que se apoya,  no es verídica ni real.

4. Las teorías biológicas de la depresión por sí solas cojean bastante por no decir muchísimo. Por tanto, es necesario recurrir a otro tipo de explicaciones que, sin descartar las anteriores, las integren como un factor más. Actualmente, los modelos conductuales en psicología ya lo integran como parte de una realidad mucho más compleja y donde los factores ambientales y comportamentales tienen tanto o incluso más peso que los factores puramente biológicos.

5. A pesar de que las teorías biológicas de la depresión no han recibido la evidencia suficiente, es cierto que muchos fármacos ayudan a muchas personas en su proceso de superación de la depresión si son combinados con estrategias conductuales. Por tanto, desde esta página no se está planteando su eliminación. Lo que sí sería necesario es mayor investigación para averiguar las verdaderas causas por las cuales los fármacos funcionan, y qué subyace a nivel biológico, a eso que conocemos como depresión. 

1 de agosto de 2011

Antidepresivos I.

He de reconocer que me es costoso iniciar este tema de Antidepresivos sin situarme desde un punto de vista de crítico. Prometo al lector aportar, más adelante, la información oportuna desde el plano objetivo que me caracteriza, pero permítame introducir el tema señalando algunas cuestiones que todo el mundo debería tener presente al hablar acerca de estos fármacos.

Para empezar, es fácil suponer que cuando hablamos de antidepresivos, como la propia palabra indica, nos estamos refiriendo a fármacos "anti-depresión"; fármacos que atacan únicamente la depresión y que se han desarrollado para con este único fin. Sin embargo, esto no es del todo así: gran parte de los fármacos denominados antidepresivos se utilizan para tratar otras alteraciones biológicas y/o comportamentales que abarcan desde la ansiedad, los trastornos de conducta alimentaria como la Anorexia, ó el Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Es decir, alteraciones que, a priori, poco o nada tienen que ver con la depresión. De hecho, en la clínica psicológica no es difícil observar a pacientes/clientes asustados o que no comprenden cómo un médico les ha mandado un antidepresivo cuando "yo no tengo depresión".

En todo esto hay mucho que decir y seguramente no tenga tanto espacio para hacerlo.

Lo primero que llama mi atención es cómo estos fármacos han conseguido introducirse lenta pero progresivamente en la vida de los pacientes; pacientes que, como decía más arriba, tienen alteraciones muy dispares y muy diferentes a la depresión. 

Esta es una gráfica que representa la evolución, en España, de la venta de fármacos antidepresivos hasta el año 2003. Evidentemente, esta paulatina progresión se ha tenido que traducir sí o sí en enormes beneficios económicos para las multinacionales farmacéuticas. 



                                             
Fuente: Ofisalud



Con todo esto, no puedo dejar de preguntarme qué subyace a este aumento de la prescripción de antidepresivos. ¿Será que hay más personas que sufren depresión en los inicios de esta segunda década del siglo XXI? Tal vez sea así. De hecho, la Organización Mundial de la Salud afirma que la depresión es la primera causa de incapacidad en todo el mundo .

¿Será, tal vez, que hay más diagnósticos de depresión? Esta cuestión puede parecer simple, pero no lo es. Que haya más diagnósticos de depresión no significa que haya más personas sufriendo depresión. Y me explico: en España, mi lugar de residencia, buena parte de los diagnósticos de depresión son realizados por un médico de Atención Primaria que no tiene ninguna preparación en la evaluación y diagnóstico de un problema que es, no nos olvidemos, psicológico; no médico.
Aquí, es muy fácil llegar a nuestro médico de cabecera, comentarle que estamos algo decaídos (algo que es normal en la vida y que forma parte de nuestra condición humana) y que, como resultado, nos receten un fármaco antidepresivo.

Claro, en las estadísticas este caso se reflejará como un caso de depresión. Si a esto le sumamos que estos fármacos son recetados, como ya se ha expuesto, para otros trastornos, el grosso de ventas y de datos que reflejan casos de depresión es enorme.

Ahí lo dejo con el fin de que cada uno reflexione de la forma que pueda, quiera o le apetezca. Un documento interesante que agrupa todos los -pocos- datos que he ido dejando a lo largo de la entrada pueden  ampliarse en el siguiente documento:

 "Enfermedades mentales.La aportación de los medicamentos al tratamiento de la depresión" 



Dicho esto, me gustaría cerrar la entrada con una aclaración que no necesitan leer aquéllos que nos han venido siguiendo hasta ahora y que ya saben - o deberían saber- de ella:
No es, ni será nunca jamás nuestro estilo criticar el uso de psicofármacos en el tratamiento de la sintomatología de cualquier alteración psicológica. Los psicofármacos son herramientas que pueden ayudar a las personas que experimentan diferentes malestares a reducir ó rebajar algunos de los síntomas, señales, respuestas organísmicas....de la alteración en concreto.

Lo que sí criticaremos, y de hecho lo seguimos haciendo, es que se considere a la depresión una enfermedad médica (como puede ser una tuberculosis) que se cura con fármacos. Error. Ni se ha demostrado la causa de la depresión (simplemente se hipotetizan diversos sistemas cerebrales implicados, cada vez más dispersos y dispares entre sí) ni los fármacos curan nada, solo rebajan sintomatología. Esta reducción de sintomatología, permitiría poner en marcha a la persona comportamientos nuevos de afrontamiento que le harían superar su depresión. Por tanto, ahí lo tenemos, son los cambios conductuales, de estilos de vida, de formas de pensar...lo que hacen que una persona supere la depresión -dicho de una forma muy simplificada - .

También criticaremos la dispensación de antidepresivos a granel, de la misma forma que el hecho de que un problema de corte psicológico esté en manos de personal médico que, evidentemente, trabaja con fármacos. Los beneficios que traería para las personas el hecho de que hubiera más psicólogos de los que hay en el sistema nacional de salud, en concreto en la Atención Primaria, sería espectacular. No obstante, sucedería al contrario a las multinacionales farmacéuticas: su venta de psicofármacos se vería drásticamente reducida.

Y eso, amigos, no interesa a este poderoso sector. Datos para la reflexión: que cada uno saque las conclusiones que guste de sacar.

Por nuestra parte, hasta aquí hemos llegado hoy.